¡Dame un papel, Caputo!
¡Dame un papel, Caputo!
-Otro episodio vulgar de la vida
política argentina-
El “escándalo del papelito” dejó
en claro una vez más la chabacanería de nuestro decil dominante.
El ministro ríe
desvergonzadamente, ignora a los expositores, agacha la cabeza y no puede
sostener la mirada mientras balbucea torpemente. Todo su lenguaje corporal
delata que está mintiendo. (Brindar explicaciones sobre los asuntos públicos
parece que le genera una gran incomodidad, pese a ser su trabajo de todos los
días supuestamente.)
Tampoco tiene problema a la hora
de escenificar su machismo de elite tercermundista, mezcla de Cardenal Newman y
Alberto Olmedo chupado a las 4.30 de la mañana.
¿Lo bueno es que…?
A pesar de todo, parece que la
tiranía de los magnates tiene miedo (más bien, terror) de ser interpelada y
expuesta ante la comunidad.
No deja de ser un hecho
extraordinario que uno de los hombres de "la mesa chica" del poder en
Argentina tenga que brindar explicaciones ante el Congreso de la Nación.
¡Un ex JP Morgan sentado en el
banquillo de los acusados! Ojalá ocurriera más seguido.
Más allá de que el bochornoso
escándalo pudo haber sido premeditado para levantar la sesión como conjeturó
algún Medio -el nivel de nuestra clase política es tan decadente que apela a
todas las triquiñuelas imaginables-, la mera posibilidad de ir hasta el final
con las investigaciones pone a los poderosos muy incómodos.
Nunca dijo, nunca dijo...
A pesar de todo lo anterior el
epigramático ministro y el Gobierno salieron airosos de la parada o al menos
alcanzaron su objetivo inmediato de ganar más tiempo. (La postergación
indefinida es uno de los atributos pesadillescos de nuestro Gran Hermano.)
La estrategia de los asesores
políticos parece ser siempre la misma: niegue todo, hable de cualquier cosa
(frivolidades en lo posible), y nunca se olvide de intercalar el nombre de su
adversario al final de cada frase. Es decir, no dijo nada.
Por último, un detalle:
Resulta que el interpelado, al
no poder proseguir debido al escándalo provocado por su propio exabrupto, le
pide al presidente de la Comisión Bicameral José Mayans, senador del PJ
"dialoguista”, que levante la sesión y Mayans acata la orden de inmediato
(¡!) propiciando la fuga de Caputo.
Todo un símbolo de la relación
servil que mantiene el peronismo feudal de las Provincias con respecto a
"los buenos muchachos" de Buenos Aires y la CABA.
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