GÜNTER EDUARDO: HISTORIA PARTICULAR DE LA INFAMIA



GÜNTER EDUARDO: HISTORIA PARTICULAR DE LA INFAMIA

Günter Grass era mucho más que un buen escritor. Era alguien que reflexionaba sobre Europa desde la literatura y era también un activista a su modo. Sin embargo, tal vez lo más justo sea recordarlo como el escritor que rescataba la tradición picaresca y los grandes mitos populares alemanes como el de Madre Coraje. 
El episodio reciente del poema donde acusa al Estado de Israel lo volvió visible al indiscriminado público de los Medios que se nutren del escándalo y dejó en evidencia la atmósfera lamentable que vive hoy Europa en lo cultural y en lo político. Un clima donde expresarse libremente en relación a hechos evidentes y apartarse del estrecho marco ideológico imperante implica la condena y la censura inmediata. Al menos en el Sur, en la periferia del Occidente y lejos de la gravitación opresiva de las grandes potencias, gozamos de un raro privilegio desde los tiempos de Borges y Cortázar: podemos ser eclécticos y -porqué no, para elaborar una rima, y ya que invocamos a Georgie- escépticos.
Recuerdo a mi amiga la poeta Zaida Daruich tras de la crisis argentina del 2001 investigando con fascinación al autor de El Tambor de hojalata para hacer su tesis de grado (incentivada por el maestro Oscar Caeiro, una de esas discretas figuras que constituyen el auténtico prestigio de la Universidad Nacional.) Me preguntaba de qué podía servirle entonces conocer en profundidad a este "escritor contemporáneo", casi desconocido por estos lugares. 
Creo que ahora lo puedo entender. Ella es una de las que podrá comprender cabalmente el verdadero significado de la necrológica, otros solo podrán conmoverse con la noticia del fallecimiento de Eduardo Galeano, que ocurrió en la misma fecha, y otros-aunque parezca inverosímil -ni siquiera registrarán el nombre de Eduardo Galeano.
 Como dijo un sexólogo en la Sexpo Erótica: "No toda la población tiene acceso a determinados diagnósticos." 
En fin, el asunto es que ya no contaremos con la presencia tácita de Günter Grass, quien además de practicar con eficacia el hábito de las letras era lúcido y valiente de un modo extraordinario, a pesar de la infamia y de las acusaciones falsas de nazismo (propia de los defensores del Estado de Israel y de sus políticas terroristas.)
¿Hace falta aclarar que una cosa es el judaísmo y otra cosa la geopolítica militarista norteamericana en el Oriente Medio?
Parece que estamos condenados a recordar obviedades para no terminar como la canción de Moris:
D G D G
Las maquinas fabrican frases para vivir,
D            G          D           G
y todos repetimos, sin nunca descubrir
D/F#-Em      A7              F#m         Bm
que la libertad del hombre no era de metal!!
   E                G      A
La máquina triunfó, y el hombre se acabó... lala ..lalalala

Encuentro en Telgte
Mi modo de recordar a Günter Grass será con un poema cuya forma me la inspiró Encuentro en Telgte (1983), una novela muy interesante donde celebra a los escritores del barroco alemán mientras alude a la reunión del Grupo del 47, del cual él mismo formó parte. Es un testimonio histórico-literario y también un homenaje al lenguaje y a los poetas. La leí hace unos diez o quince años en una negra cochera donde trabajaba haciendo turnos rotativos de doce horas. De la conjunción de Günter Grass, un amor imposible y ese empleo nocturnal surgieron estas líneas:

Inconstante...

Inconstante Flora de mis poemas,
¿porqué no te decides?
Si me dejaras... ¿serías feliz?

En cambio, no te quedas
ni me dejas. (Mientras tanto, tu rostro
se ilumina, se ahondan
mis ojos.) En ese liviano juego
me demoras, inconstante Flora.


Fuck, falleció Galeano
No puedo dejar de compartir aquí la siguiente publicación que vi en una modesta red social y que me pareció genial:
Fuck, falleció Galeano: avalancha de hippies con osde shareando boludeces. (Matías Bastos en Acción PT.)
Me hago cargo, yo fui uno de esos hippies con Osde, pero esos buenos tiempos se terminaron para mi.
Unos años antes, mientras explotaba la movida hardcore-punk-grunge y asistíamos al surgimiento del Nuevo Rock Argentino, que prometía renovar la escena local, leíamos La Naranja Mecánica de Anthony Burguess, los cuentos de Julio Cortázar y los libros de Eduardo Galeano con la misma excitación adolescente.
Hoy me pregunto qué hubieran sido los años noventa sin figuras críticas como Bourdieu o Galeano. Hoy en el 2015 cualquiera habla de neoliberalismo, esa palabra acaso hoy forma parte de la retórica oficial, pero había que poder denunciar sus excesos en aquella época inmediatamente posterior a la caída del Muro de Berlín, tan entusiasta de shoppings centers. 
Los libros de Eduardo Galeano fueron la luminaria para muchos en Latinoamérica cuando Internet todavía no había arribado a los hogares y a los "dispositivos móviles". El discurso del poder mutaba, se adaptaba, y Galeano se encargaba de desmontar ese artefacto imperial construido por los intelectuales a sueldo del sistema; cito el párrafo 8 de un texto de Galeano de septiembre de 1990 sobre el fin de la guerra fría:


8. Pero, si los Imperios y sus colonias yacen en las vitrinas del museo de antigüedades, ¿por qué los países dominantes siguen armados hasta los dientes? ¿Por el peligro soviético? Esa coartada ya no se la creen ni los soviéticos. SI la cortina de hierro se ha derretido y los malos de ayer son los buenos de hoy. ¿por qué los poderosos siguen fabricando y vendiendo armas y miedo?
El presupuesto de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos es mayor que la suma de todos los presupuestos de educación Infantil en el llamado Tercer Mundo. ¿Despilfarro de recursos? ¿O recursos para defender el despilfarro? La organización desigual del mundo, que simula ser eterna, ¿podría sostenerse un solo día más si se desarmaran los países y las clases sociales que se han comprado el planeta?
Este sistema enfermo de consumismo y arrogancia, vorazmente lanzado al arrasamiento de tierras, mares, aíres y cielos monta guardia al pie del alto muro del poder. Duerme con un solo ojo, y no le faltan motivos. El fin de la historia es su mensaje de muerte. El sistema que sacraliza el caníbal orden internacional, nos dice: “Yo soy todo, después de mí, la nada”.

Pese a su tardía entonación empalagosa y a ser un fenómeno editorial tan rentable como el peor realismo mágico, Eduardo Galeano es políticamente incorrecto y posee una erudición interesante, anecdótica y heterodoxa, solo que prefiere adoptar un lenguaje poético y no académico. Después de un rato de hablar pausado y dulce como un chamán inescrupuloso que quiere levantarse  a una tierna universitaria, Eduardo Galeano empieza a despotricar contra el Imperio y contra todos los males que heredamos de Europa: el racismo, la opresión, el machismo, etcétera. Ese es el verdadero Galeano y el Galeano que más me gusta, el mítico editor de la revista Crisis.
¿Porqué este hombre se tomó tan personalmente la defensa del indio, del negro, del pobre y de todos los oprimidos y los débiles? Claro que siempre está la sospecha de la demagogia, pero... a Galeano todavía es posible creerle. En fin, tal vez este rasgo dibuje su perfil moral extraordinario. Eduardo Galeano llegó a ser un verdadero líder popular.
Como escritor logró conmover a grandes auditorios, y eso ya es demasiado decir; (puedo dar fe porque logró emocionarme hasta las lágrimas en un recital colmado y excitante que ofreció en el comedor universitario de la UNSL, y de cuya recepción formé parte de un modo lateral en el equipo de Roberto Tato Iglesias gracias a la gentileza de mi maestra de primaria Cristina Lohaiza -a quien le debo la oportunidad de haber conocido a otras figuras literarias como Olga Orozco y Nicanor Parra.-)
Muy a mi pesar lo de las lágrimas digo, porque por entonces la escritura de Galeano y la de los cronopios más frecuentados ya no me resultaba interesante.  
Luego, Eduardo Galeano como escritor se repitió bastante creo, aunque eso le pasó a casi todos los de su generación que no fueron acribillados tempranamente por alguna dictadura impuesta por los planificadores de Washington.
Pero bueno, Eduardo Galeano forma parte de un conjunto de escritores de leyenda, los Superamigos, que construyeron una épica de la Utopía-  hecha de barro y sangre seca- en el Sur: Juan Gelman, Paco Urondo, Rodolfo Walsh, Horacio Verbitsky, entre tantos otros, y ese lugar es imponderable.
Hoy supongo que no importa tanto ser un buen escritor como ser valiente. Es por eso que antes, en la Era de MTV, deploraba a García Márquez y hoy prefiero rescatarlo, aunque todos -incluido él mismo- sepamos que Borges, el maestro, es superior.  




         



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