EL TERRIBLE MONSTRUO DE LO COTIDIANO

 


A Johanna Schopenhauer

Olvidar los momentos de desesperación que hemos superado es uno de los rasgos más extraordinarios de la naturaleza del ser humano: no lo creeríamos de no verlo. Tieck lo ha expresado de manera magistral con palabras parecidas a éstas: «Entre lamentos y sollozos, preguntamos a las estrellas si ha existido alguien más desgraciado que nosotros, y, entre tanto, a nuestras espaldas, se vislumbra ya el futuro chocarrero que habrá de burlarse del dolor efímero de los hombres.» Pero así tiene que ser: nada permanece en esta efímera vida. Ningún dolor sin fin, nada de alegrías eternas, ninguna impresión permanente, ningún entusiasmo duradero, ninguna noble resolución que dure toda la vida. Todo se diluye en el torrente del tiempo. Los minutos, los incontables átomos de pequeñeces en los que se descomponen todas las acciones son los gusanos que roen y destruyen toda grandeza y valentía. El terrible monstruo de lo cotidiano sofoca aquello que desea elevarse, lo hunde y lo destruye. No hay nada serio en la vida, pues lo que es polvo carece de valor. ¿Qué son, entonces, las pasiones eternas ante esta miseria?

 

Arthur Schopenhauer. 8 de noviembre de 1806.


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