San Galeano
San
Galeano
Practica
ideales libertarios: Libertad, creatividad, solidaridad, amor, compasión... es
un "anti-sistema" o un crítico del "sistema".
Pese a que tiene un estilo lírico, ejerce la racionalidad. (Sapere aude, atrévete a saber por tí mismo utilizando la razón. El lema del racionalismo que cita Kant en su famoso ensayo sobre la Ilustración.)
Pese a que tiene un estilo lírico, ejerce la racionalidad. (Sapere aude, atrévete a saber por tí mismo utilizando la razón. El lema del racionalismo que cita Kant en su famoso ensayo sobre la Ilustración.)
Tiene
otras particularidades de tipo anarquista: sabe que la historia, la verdadera
historia, es la historia de la gente común, la historia que no es
oficial.
Entonces,
se lanza de lleno a rescatar esa historia oral de América. La
"historia" son las pequeñas historias que no ingresan en los libros escolares ni en los diarios o ingresan de un modo lateral. En este sentido,
Galeano pretende reescribir toda la literatura latinoamericana desde una nueva
perspectiva menos ligada a los letrados.
De
modo que Galeano, después de publicar "Las venas abiertas de América
latina" a la mocedad de 31 años, una obra central de la literatura de los años 70, busca su propia voz y aspira -acaso como todo
gran escritor- a ser anónimo y popular.
En
el mismo sentido, Galeano se aboca a la valiente pero ingrata tarea de
desmantelar la retórica del poder, tanto en la literatura como en el periodismo. Tarea descomunal y onerosa la de revelar el
doble lenguaje de la propaganda global, hecho de eufemismos, mentiras, y demás
velos de Maya, ahora rebautizados como "fake news",
"posverdad", "trolls", y otros neologismos posmodernos que
suenan muy mal al oído, precisamente por ser remakes o segundas y terceras partes
de una vieja película muda.
Por
eso, Galeano dice que Las venas abiertas de América Latina "ha servido
para mostrar que el subdesarrollo no es el camino hacia el desarrollo, sino la
consecuencia histórica del desarrollo ajeno."
Y
da vuelta el discurso y lo pone patas para arriba, tal como entiende que está
el mundo en este momento.
Notas
al paso. Una vez tuve la oportunidad de verlo y oírlo a Eduardo Galeano en
vivo. Yo empezaba a estudiar letras en la facultad y ya había superado mi
fervor de Historias de cronopios y de famas de Julio Cortázar y Las Crónicas del
ángel gris de Alejandro Dolina. (O al menos eso creía en ese momento.)
Galeano
se había puesto de moda y su personaje ya me parecía tan
cursi como el de Mario Benedetti. Yo estaba re fascinado con Borges. (Digo re
fascinado porque a Borges lo había descubierto tan tempranamente como a Galeano,
en la debida adolescencia.)
-Borges,
curiosamente y salvando las distancias, también se interesó por las relaciones
entre los mundos de la oralidad y la literatura. Y amaba el Uruguay entre
tantas otras cosas.-
Entonces,
unos años después del 2001, por intercesión divina de mi maestra de sexto grado
Cristina Lohaiza, me incluyen en el equipo de recepción de un recital que iba a
ofrecer Eduardo Galeano en el estadio GEPU de la ciudad de San Luis, organizado
por el Tato Iglesias, toda una celebrity del activismo cuyano de pelo largo. (Algo que en ese momento punky de mi vida me parecía repulsivo. Ahora
no puedo menos que admirarlo.)
La
cosa es que escuché a Eduardo Galeano leer sus relatos breves, solito, con
mesita y micrófono nomás. Y me emocioné hasta las lágrimas. Muy a mi pesar me
tuve que meter todas mis teorías literarias en el bolsillo. Las supuestas historias
cursis de Eduardo Galeano habían sido efectivas según la más estricta lógica
borgeana porque me habían conmovido.
Con
Juan Gelman me ocurrió exactamente lo mismo.
La
única diferencia es que en ese momento mi trato con Gelman era distinto, yo era consciente de
que este poeta había revolucionado las formas de la poesía en español, al menos
técnicamente me parecía que había llevado las cosas un poco más lejos que todos
los demás. Era original e intraducible.
Lo escuché, unos años después que a Galeano, en un Teatro Real de Córdoba colmado, leer sus poemas tranquilamente, sin ningún énfasis que no fueran los acentos y las
pausas del propio texto. Algo muy rioplatense lo de Galeano y Gelman. Tan
elegante, por otra parte.
Era lo más alejado de la declamación que podamos imaginar, sin embargo el impacto emocional en las tribunas era increíble. (En esto también se asemejaban a Jorge Luis Borges, pese a la voluntad expresa de ellos en diferenciarse, según la vieja pica de Boedo y Florida.)
Era lo más alejado de la declamación que podamos imaginar, sin embargo el impacto emocional en las tribunas era increíble. (En esto también se asemejaban a Jorge Luis Borges, pese a la voluntad expresa de ellos en diferenciarse, según la vieja pica de Boedo y Florida.)
Claro,
que se suponía que lo que iba a escuchar era igual al CD. (¿Acaso alguien se
acuerda de esa palabrota hoy? Significaría algo así como: "disco compacto".) Pero la experiencia de escucharlos en vivo era
algo muy similar a un recital de rock. Una experiencia única, intensa. Ritual,
casi teatral.
Les juro que se desplomaban las plateas, en el caso de Galeano eran casi todos jóvenes, muy jóvenes, es decir universitarios y secundarios. En el caso de Gelman era gente de todo tipo y edad. Por ejemplo, ex guerrilleros, gente hecha mierda, artistas, poetas, docentes, gente común... y muy especial, por supuesto.
Les juro que se desplomaban las plateas, en el caso de Galeano eran casi todos jóvenes, muy jóvenes, es decir universitarios y secundarios. En el caso de Gelman era gente de todo tipo y edad. Por ejemplo, ex guerrilleros, gente hecha mierda, artistas, poetas, docentes, gente común... y muy especial, por supuesto.
Madrugada de septiembre de 2018.
Post Data urgente.
Solo sé que no sé nada, salvo una cosa: hay que leer
(y releer) a Eduardo Galeano.
Comentarios
Publicar un comentario